Existe un claro límite en cuanto al uso del video en la educación, limite que ha sido sobrepasado infinidad de veces, por profesores que no conocen la realidad de su utilidad. Los videos no sustituyen al docente, ni mucho menos son capaces de ser completamente autodidácticos (aun que existan videos que se nombren así), los videos son “HERRAMIENTAS” que ayudan a procesar información y en consecuencia posibilitan el aprendizaje. Un video no es igual a aprendizaje.
Si a esto le aunamos que rara vez se constituye un programa en donde se incorpore un video, es decir, que exista una planeación adecuada, donde el video se respalde en una teoría, en una corriente y en otras herramientas, pero básicamente en un docente; el video resulta ser todo menos educativo.
Con esto no quiere decir que sea todo cumpa del docente, es mas bien un conjunto de peculiaridades que hacen que el video sea potencialmente un fracaso en la mayoría de los casos. Un docente que no se encuentra adecuadamente preparado para incorporar la tecnología en las prácticas pedagógicas, y no al revés ya que hablamos de educación ante puesta a la tecnología, el video se coloca en un nivel de mal uso, en el cual puede llegar a confundir y a minimizar el aprendizaje. Además que el video, es mas que imágenes y sonidos, debe reunir cualidades que garanticen la calidad del mismo, y no promuevan distractores que perjudiquen lejos de beneficiar.
Es también importante que se tome en cuenta las cualidades y los tipos de aprendizaje de los alumnos, mezclar estos con distintos tipos de prácticas y combinar; para así asegurar el aprendizaje de todos y no de unos cuantos.
Equipo 9